-Cuando yo era niño-comenzó a relatar el señor Minester-se oían muchas historias de este país cada una mas interesante que la otra.
<<Los castillos eran relacionados con familias asesinadas o suicidadas.La gente decía que estaban malditos y que los espíritus vagaban tranquilamente por ellos.
Mi padre me contaba muchas historias de ellos y una de ellas hablaba sobre el Castillo de Ross.
La historia contaba que un familiar se había tirado por la ventana del salón y había muerto ahogado en el lago.Se decía que su espíritu vigilaba la casa y que cualquier persona que entrase en el seria asesinada por el mismo.
La historia tenia algo de cierto,las muertes habían llegado a la veintena y todas ellas relacionadas con el castillo.
Había turistas que entraban y que salían en camillas cubiertos por una bolsa negra,otros salían normales y a los pocos días morían o otros que llegaban a la muerte en su locura.
Yo era tan curioso como vosotros y un día quise entrar en aquel castillo con tan mala suerte que me pilló mi padre y estuve castigado durante meses.
Me obligo a prometerle que jamas entraría en ese castillo,pero cuando el murió incumplí su promesa.
Yo tenia diecisiete años por aquel entonces y comenzaba a relacionarme con mujeres,ya sabéis.
Fue entonces cuando conocí a vuestra abuela y para impresionarla le dije que la llevaría a un lugar donde jamas había estado y donde en siglos había entrado nadie.
Ella acepto a venir conmigo,pero antes puso una condición,su amiga y su novio vendrían con nosotros...>>
El ruido del motor del coche hizo que el señor Minester dejara de contar la historia.
Anne entro por la puerta y se les quedo mirando con el ceño fruncido.
-Papa...¿en serio?-pregunto.
-Son muy insistentes-respondió el señor Minester dando un abrazo a los gemelos,mientras estos se despedían hasta el día siguiente.
El señor Minester se levanto de la mecedora y se sentó en el sofá mientras encendía la televisión.
-Ah,Minerva-susurro al cuadro de su izquierda-te echo tanto de menos.
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